Versión
ripiada del oficio de la boda
de Roser y Manuel
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Versión ripiada
y libérrima
de una coyunda civil
que se ofició en el jardín
de los novios en Torrelles.
Roser Juan, Manuel Lorente
insisten en perpetrar
el prodigio cotidiano
de cogerse de la mano
y decirse frente a frente
ante este pagano altar,
consistorial y campestre,
el sí quiero secular
para juntos caminar
el camino que quisieren.
Si alguno de los presentes
tiene algo que objetar
que impidiera celebrar
el desposorio seglar
entre estos dos pretendientes,
que ahora mismo empiece a hablar
o que calle para siempre.
En vista que nadie aduce
impedimento ninguno,
la que esta boda conduce
preguntará a cada uno
de los novios aspirantes
-a uno después y a otro antes-
el cuestionario oportuno:
Roser ¿quieres a
Manuel
como legítimo esposo
y prometes serle fiel,
cuidarlo y seguir con él
aunque se vuelva achacoso?
Doy fe que la novia ha
dicho
que sí quiere al susodicho.
¿Y tú aceptas
a Roser,
Manuel, como tu consorte
e insistes en prometer
que siempre la has de querer
aunque se le agriete el porte?
Dejo constancia que el
novio
dice sí sin mucho agobio.
Y tras esta inquisitoria
de deberes maritales,
pónganse el novio y la novia
los anillos conyugales
en sus dedos anulares,
que va acabando la cosa.
Visto, pues, que ambos
queréis
consumar el casamiento
y dais vuestro asentimiento,
no será el Ayuntamiento
el que impida que os caséis.
En virtud del privilegio
que me concede la Ley,
concluya esta martingala
que yo, como concejala
os desposo y digo ¡hala!:
¡vosotros sabréis qué hacéis!
Y para que conste en acta,
yo, que me llamo Isabel,
rubrico esta parrafada
en trigésima jornada
del nueve de dos mil seis.
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