Pasada ya una semana,
tras rumiarlo mogollón
(¡casi tanto como Sánchez
tomando su decisión!),
no he podido resistirme
y caigo en la tentación
de trovar ahora el amago
de la falsa dimisión
de este tartufo endiosado
con ínfulas de Rey Sol
que tenemos -por desgracia-
al frente de la nación.

Y de todo ese teatro
del tocho que tuiteó,
del ridículo espectáculo
de sus días de reflexión,
con sus fieles implorando
«¡sigue, Pedro, por favor!»
y hasta algún ministro aullando
con histérico fervor,
la encuesta exprés de Tezanos
sobre su carta de amor,
todo trufado de cálculo
y de sobreactuación.
(¡Sólo falto hacerle un paso
y sacarlo en procesión!)

¿Pretende que nos creamos
que porque un juez aceptó
una denuncia dudosa
contra su esposa hay razón
para armar este esperpento
con tintes de culebrón?

Más bien parece un pretexto
para desviar la atención,
una cortina de humo,
un trampantojo de histrión,
lo que la jerga castrense
llama acción de diversión
(¡aunque maldita la gracia
que al país le ha hecho este show!).

Luego su comparecencia
-sin prensa, claro que no,
no fuera algún periodista
a estropearle el guión-
el día de san Pedro Mártir
para inspirarse mejor
en su papel de san Pedro
¡Mártir de la reacción!:
el semblante compungido
y transido de dolor,
exhausto tras arduas horas
de ímproba meditación,
para al fin comunicarnos
-¡Hay que ver, qué sorpresón!-,
muy solemne y muy mesiánico,
que se queda (y se quedó
con todos los que pensaban
que en serio se lo pensó).

Y después las entrevistas
en los medios de rigor
(los que le bailan el agua
y suelen darle jabón);
el ademán circunspecto
y el tono manso de voz
del que nunca ha roto un plato
-¡medido en cada inflexión!-,
poniendo en marcha el relato
de la regeneración,
de la máquina del fango
y la desinformación:
sus nuevos trucos baratos
de prestidigitador
para acaparar los focos
y ser centro de atención
(que a megalómano al notas
no le gana un faraón).

¡Menuda puesta en escena
digna del mejor actor!
(Y además, chúpate esa:
optará a la reelección.)

Es posible que Óscar Puente
clavase la descripción
y Sánchez sea el puto amo,
mas yo su lacayo, no;
que no hay que ser de derechas
y mucho menos de Vox,
para calar a este menda,
para ponerlo en cuestión
y cantarle las cuarenta
como hace un servidor
y quitarle la careta
y decirle sin temor
a entrar en su fachosfera
(que viene a ser un cajón
donde están todos aquellos
que no le dan la razón)
las verdades del barquero
que al final son las que son
(ya las diga su porquero
o las diga Agamenón);
y las mentiras, mentiras
¡y no cambios de opinión!

Juan Cánovas Ortega

6 de mayo de 2024