Felicitación
de aguinaldo 2021
(Poema pandémico I) |
Felices Fiestas, audiencia,
feisbuker@s, trotawebs,
amig@s y parentela
y allegad@s que alleguéis
a leer este poema
vagando por Internet.
Felices Fiestas, audiencia,
si acaso lo pueden ser
con las ventanas abiertas,
la estufa a todo meter,
a quince metros la abuela
(no vaya el nieto a toser),
burbujas de convivencia,
grupos de no más de seis
y con los bozales puestos
y el pringue del hidrogel,
distancia entre comensales
y cuidadito al comer
con todo lo que tocamos
y con tocarnos también;
ya ni te digo abrazarnos
(¿alguien recuerda qué es?).
Poco palique, sonrisas
(risas no, no vaya a ser
que alguna aviesa gotícula
atraviese la pared);
reuniones desangeladas,
chinchines a medio hacer
y medidas profilácticas
de contino y sin cuartel,
y a recogerse prontito
no nos vayan a prender
violando el toque de queda
cual prófugos en tropel.
Yo no soy negacionista,
pero me permitiréis
que sea dudacionista
(aún no lo prohíbe la ley)
sobre el origen incierto
de todo este gran merdé.
Yo no soy negacionista,
pero no me negaréis
que este virus se comporta
cual ninguno de su grey
(a su lado el del catarro,
el SARS-CoV-uno y el MERS
son todos unos pardillos
que no pasan de amateurs).
A tope de contagioso,
con síntomas a granel,
dolencias a cascoporro
de la cabeza a los pies.
Se incuba en unos períodos
tan variables que el test
que hoy te ha dado negativo
mañana -o en medio mes-
puede salir positivo
si te lo vuelves a hacer.
Se aferra a las superficies
más que Sánchez al poder,
el calor no le hace mella,
la rasca lo pone a cien,
le chiflan los aerosoles,
se ceba con la vejez.
Y aunque ya lo hayas pasado
puedes pillarlo otra vez
y nos deja, de regalo,
secuelas para escoger.
Igual te lleva a la UCI
y al hoyo en un santiamén,
que te infecta y ni te enteras
-vete tú a saber por qué-
y aunque seas asintomático
contagias a todo aquel
que cometa la imprudencia
de tener un tête à tête
contigo a menos de un metro
sin parapetarse bien.
Al respirar lo propagas,
si hablas alto aún más: ¡qué estrés!,
si cantas ya ni te cuento;
si tomando un tentempié
te quitas la mascarilla
para jamar canapés,
ojo con la salivilla
que despides al comer
y ojo con la del vecino
de la terraza en que estés.
Yo no soy negacionista,
pero no me negaréis:
para no ser un ser vivo…
¡es vivo a más no poder!
Yo diría, de ser
creyente,
que es obra de Lucifer,
pero como soy ateo
me inclino por suponer
-presuntamente, colegas,
no quiero yo malmeter-
que a este virus lo han creado
y lo han soltado después
(o bien se les ha escapado
y han tardado en dar con él,
no sé si por negligencia
o por abyecto interés).
Bicho tan sofisticado
cuesta mucho de creer
que ha brotado por ensalmo
-así, a la remanguillé-
de natural tan dotado
para infectar a placer
y restar agazapado
para luego acometer;
para matar mucho y rápido
-o lento, si es menester-
mas tampoco demasiado
no vaya a pararse el tren,
descarrilen los contagios
y descienda su caché;
para hacer el mayor daño
a la economía y romper
los sistemas sanitarios,
y para comprometer
la esencia del ser humano
y nuestra razón de ser,
privándonos del abrazo,
del contacto piel con piel
y del carácter gregario
del cotidiano quehacer.
(Del sexo ya ni digamos
que, para poder yacer
hogaño con un extraño,
nos tendríamos que poner
un condón de cuerpo entero,
una escafandra o tal vez
unos EPIs de enfermero
que nos puedan proteger.)
Deben de estar los del
ISIS
desternillándose al ver
desfilar por nuestras calles
miniburkas por doquier
y a todas nuestras mujeres
como huríes de su Edén.
Tal vez tan sólo
desbarro
u os parezca una memez;
sólo soy un pobre bardo
que ripia por Internet.
No soy uno de esos sabios
expertos del comité
que algún día quizás sepamos
-nunca hay que perder la fe-
quiénes son y, ya de paso,
si son expertos… ¿en qué?
(Porque en lo de dar la alarma
la cagaron pero bien,
y viendo venir las olas
no aciertan ni a la de tres;
quizás por eso Simón
fue a hacer surf, tan sagaz él:
para ver venir alguna…
¡pero ni por esas, nen!)
De la gestión del
gobierno:
de todo menos fetén,
aunque entiendo que se ha hecho
-o, al menos, quiero creer-
lo mejor que se ha podido
y obrando de buena fe,
que a todo quisque ha pillado
la pandemia a contrapié.
(Mas andaros con cuidado
al opinar según qué
porque algunos, ipso facto,
te acusan de inventar fakes
o de estar aún más pirado
que Miguelito Bosé.)
Va esta oda terminando
porque es baldío, ya lo sé,
pasarse el día especulando,
preguntándose el porqué
(y más en verso, paisanos,
mientras miro el gotelé).
Tal vez nunca conozcamos
la verdad sobre este affaire.
(¿La sabrá el gobierno chino
o los del Club Bilderberg?)
No queda sino centrarnos
en lo que va a acontecer
y en honrar a nuestr@s muert@s
que, de forma tan cruel,
se han marchado en un crescendo
que no para de crecer.
Si, durante este quilombo,
os habéis portado bien
y no habéis montado juergas
ni armado ningún belén
(no de los de figuritas,
vosotros ya me entendéis),
deseo, como recompensa,
que os traiga Papá Noel
junto a los tres Reyes Magos
¡vacunas a tutiplén!
para darle estopa al bicho
y librarnos de una vez
del yuyu y las mascarillas
y para poder volver
a estar con quienes queremos
sin tener que mantener
ningún metro de distancia
y para volver a ver
y darle un abrazo al yayo
y besos (¡lo menos, cien!),
que habrá que ponerse al día
y algún día volver a ser
-pasada esta pesadilla-
quienes éramos ayer.
Que el Año Nuevo
nos traiga
(ése que ya está al caer)
salud, amor y esperanza
y una miaja de parné,
y el dos mil veinte se vaya
para nunca más volver
con la COVID asesina
que ha puesto el mundo al revés
dejando un rastro de muerte
y de espanto por doquier
(y a la gente en los balcones
cantando el Resistiré).
Felices Fiestas, audiencia,
si acaso lo pueden ser,
mucha templanza y paciencia,
mogollón de actitud zen,
confianza y resiliencia…
¡y al SARS-CoV-dos, que le den!
Juan
Cánovas Ortega
Diciembre
de 2020
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