Ésta es la historia y semblanza
de la bella Magdalena
desde su más tierna infancia
hasta trocarse en tía buena.
Apréstense sin tardanza
a escuchar lo que se cuenta.

Aunque de herencia murciana,
-de Cehegín, para más señas-,
Magdalena nació en Barna,
aquí mesmo nació ella.
Y aquí transcurrió su infancia:
en el barrio de Canyelles.

Prefirió llamarse Magda,
pasó de llamarse Lena,
aunque algunos, cosa extraña,
después la llamaron Prenda
por cierta afición malsana
a vestirse como Eva.

Y como la de Magdala
Magda eligió a su profeta
bastante más cineasta
y mucho menos asceta
y lo amó como se ama
al amar por vez primera.

Vivió un tiempo en Alemania
con un ario muy guaperas
e hizo amistades germánicas
que todavía la recuerdan
dulce, jovial y enigmática,
rubia como la cerveza
(que por cierto trasegaba
sin recato Magdalena).

Después de la Pasión Bávara
tuvo Magda otras querencias;
sería infausto enumerarlas,
quédese la concurrencia
a falta de más carnaza
con este botón de muestra.

Tras la aventura germánica
Magda se nos volvió a Iberia,
mas como ya parloteaba
la lengua de aquellas tierras
nuestra intrépida crisálida
se colocó en cierta empresa.

Luego Magda vivió en Gràcia
su vorágine bohemia,
a un paso de la vagancia
y siempre de juerga en juerga
y allí por fin tuvo casa
y comenzó a pagar letras
de luz, de gas y de agua
pero nunca de hipoteca
que lo de ser propietaria
es demasiao para ella.

Amistades tiene Magda
para repartir a espuertas,
pues con donosura y gracia
seduce la puñetera
y vaya por donde vaya
hace amigos por doquiera.

Hoy vive lejos de Barna
confinada, Magdalena,
en un pueblo de comarcas
en paro y casi sin pelas
con un cantautor muy plasta
que además se cree poeta.

Y hasta aquí llega la chanza
de la bella Magdalena,
que aunque tan dulce y tan mansa
en realidad es una fiera
que te atrapa entre sus zarpas
de forma tan zalamera
que nunca del todo escapas
cuando crees que escapas de ella.

Llegada esta remembranza
a su página postrera,
descritas las mil hazañas
de tan fecunda epopeya,
sólo resta a esta romanza
para ser cantar de gesta
un brindis por las andanzas
de esta indómita doncella,
un descorche de champaña
y un buen apagón de velas.